SECCIÓN NACIONAL

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Perspectivas Económicas y Sociales para Chile


La Recesión Económica Mundial ha comenzado



Patricio Guzmán, Socialismo Revolucionario, CIT Chile.

8 de noviembre de 2008.




Al 8 de noviembre de 2008, mientras escribimos y tras sucesivas caídas, el precio de la libra de cobre está en US$ 1.7, muy por debajo del precio sobre los US$ 3 que llegó a tener antes del colapso financiero. Las exportaciones de cobre constituyen alrededor del 30% del total de las exportaciones desde Chile, es la principal fuente de divisas y una fuente de ingresos decisiva para el estado.


Los precios de casi todas las otras ‘commodities’ que junto al cobre constituyen el grueso de las ventas de Chile al exterior también han caído significativamente. La profundización de la recesión en las principales economías del mundo tendrá como consecuencia una mayor presión a la baja de los precios y disminución de los volúmenes exportados.


En un rápido cambio de la tendencia, en los dos últimos meses, la balanza comercial de Chile arrojó resultados negativos. La prensa informó que los montos de las exportaciones disminuyeron 12.1% y las importaciones aumentaron 22.6% en octubre, aunque el saldo comercial aún fue de un superávit de US$150.5 millones en octubre, esto es un 92% menor del resultado que hubo en el mismo mes de 2007.



Como consecuencia la mayoría de los especialistas, estiman que la inflación que se ha disparado y bordea el 10% anual, se situará en 2009 entre el 4.6% y 4.7%. Aún así esta sería una inflación bastante alta, respecto a las cifras históricas previas a la crisis económica global. Si el Banco Central mantiene su política de subida de las tasas de interés, para controlar la inflación, entonces la consecuencia será que se profundice la contracción económica y las amenazas de recesión local, pero si por el contrario el Banco Central rebaja las tasas de interés para facilitar la inversión y la demanda interna, entonces hay riego que se dispare la inflación. Como el Banco Central es autónomo del gobierno, si el gobierno aplica una política de gasto fiscal expansiva, “contra cíclica”, para paliar los efectos de la contracción de la inversión privada, y el Banco Central por el contrario aplica una política monetaria contractiva, con tasas de interés altas, existe el riesgo que los efectos de ambas políticas contradictorias se anulen.



Agregando a este cuadro la caída que se ha producido en los niveles de inversión y consumo interno, los economistas pronostican un aumento del desempleo a niveles cercano al 9%. Estas proyecciones parten de datos del impacto posterior a la crisis asiática en Chile, pero la actual crisis global es mucho más importante, el epicentro esta situado en las principales economías del mundo, que a su vez constituyen los principales mercados compradores de las exportaciones chilenas, que tienen un fuerte impacto sobre el PIB nacional. Todo hace pronosticar, niveles de desempleo de dos dígitos en Chile para el año 2009.



Colapso Financiero Mundial


Los bancos de inversiones, que dominaban Wall Street, han dejado de existir. La mayor Caja de Ahorros, fue adquirida por otro banco al entrar en bancarrota, en Gran Bretaña un segundo banco ha debido ser comprado y rescatado por el gobierno. En EE.UU. ahora se llevó a cabo la adquisición ‘in extremis’ de Wachovia, la próxima víctima en este juego de fichas de dominó se propaga por la banca global. La crisis de las instituciones financieras ya pasó de los bancos de inversión a la banca comercial.




El fin de un ciclo


La crisis financiera global con epicentro en los EE.UU. ya ha comenzado a transformarse en recesión global. La verdad es que estamos ante un verdadero cambio de ciclo, la larga onda de crecimiento del capitalismo que comenzó tras el final de la II Guerra Mundial está entrando a su fin, con la combinación simultanea de la crisis financiera global; medioambiental, que se expresa en fenómenos como el calentamiento global, y la escasez de materias primas y energéticas, lo que vía los agro combustibles está dando lugar a una emergencia alimenticia; y el déficit comercial permanente de la economía norteamericana financiado a través de la emisión de dólares y la deuda.



Bachelet en la ONU


Durante su visita a la Asamblea General de la ONU en Nueva York, la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, declaró que ‘la codicia y la irresponsabilidad de unos pocos, tiene sumido al mundo en una gran incertidumbre’. Se equivoca la presidenta, no estamos ante un simple problema de malas intenciones e irresponsabilidad criminal, estamos una vez más ante una de las crisis cíclicas globales de largo plazo de la economía capitalista. El fin de cualquier empresa capitalista es siempre maximizar la ganancia, los accionistas presionan para recibir dividendos en el corto plazo, los ‘especialistas’ tratan de convencer que ‘esta vez sí’ se ha encontrado la clave para el crecimiento económico sostenido, sin que la especulación finalmente lleve al hundimiento. Cuando las principales empresas financieras ofrecían grandes rentabilidades en el corto plazo, ningún inversor iba a resistir la tentación de invertir al menos una parte de su portafolio de inversión en negocios especulativos de alta rentabilidad. La cuestión no es la ‘maldad’ o la ‘irresponsabilidad’, el problema es el sistema capitalista.




En un nuevo capítulo de ‘una muerte anunciada’, en que todos los analistas esperan cual será el próximo, hasta Bush ha debido reconocer que estamos ante la peor crisis financiera desde 1929, mientras se escriben artículos tranquilizadores para consumo de la opinión pública, un nuevo gigante de las finanzas capitalistas se desploma. El plan de rescate de la administración no va a evitar la recesión, a lo más puede cambiar y retrasar los ritmos.



Mientras la crisis seguía su curso el gobierno de Bush intentaba ponerse de acuerdo con el congreso para su plan de transferir 700 mil millones de dólares a los banqueros en problemas. Al rechazo inicial del plan de salvataje, siguió un derrumbe histórico de los mercados de valores en el mundo, y finalmente el congreso norteamericano, aprobó el plan con algunas modificaciones. El plan fue el más gigantesco proyecto de socializar contra el bolsillo de los contribuyentes las pérdidas de los grandes especuladores de la banca global, borrando en un día toda la propaganda de los economistas neoliberales, que habían conseguido convertir en sentido común, la idea que los estados no deben interferir con los capitalistas privados en la economía. Una vez más, estamos ante la defensa de la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas, o sea las ganancias son mías, las perdidas son de todos.


Por casi dos años se arrastra y se profundiza la situación que comenzó con el estallido de la burbuja inmobiliaria con el consiguiente hundimiento de las hipotecas ‘subprime’, de alto riesgo, lo que ha afectado a la economía no sólo en Estados Unidos si no en todo el mundo. Ya son dos millones de familias norteamericanas que han perdido sus viviendas.

Para entender la importancia sobre la economía en todo el planeta de lo que comenzó como la crisis de algunos bancos hipotecarios, hay que comprender que los EE.UU. han sido la ‘locomotora’ del crecimiento económico mundial durante décadas. Son el principal consumidor de las exportaciones globales, el primer consumidor de energía.

Pero EE.UU. que era el principal acreedor en el mundo se ha convertido en el principal deudor, como consecuencia de la desregulación y los ataques a las conquistas sociales y salariales aparejadas con la globalización, el crecimiento norteamericano basado en el consumo interno se mantenía con el recurso al crédito.



Ahora bien, la principal manera que tienen los estadounidenses de conseguir prestamos es contra la hipoteca de la vivienda que poseen. La burbuja inmobiliaria especulativa provocó un constante aumento del valor de las viviendas, lo que ha su vez permitía a sus propietarios acceder a una segunda y sucesivas hipotecas. Lógicamente mientras mayor era el riesgo del prestamista aumentaban los intereses. Muchas veces los pagos de la hipoteca anterior se hacían recurriendo a parte de estos créditos nuevos, un mecanismo que aquí conocemos como la bicicleta, y que necesariamente en algún momento colapsa.



Como las ganancias especulativas parecían fantásticas, las instituciones financieras y los propios accionistas no querían dejar pasar la oportunidad de la fiesta.
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Con la excusa de difuminar el riesgo, los expertos financieros inventaron una serie de mecanismos para vender unir, mezclar, y volver a trozar grandes paquetes de deuda, convertirlos en títulos de deuda y venderlos, luego a otros bancos, y fondos de inversiones. De esta manera se suponía que nadie concentraría cantidades peligrosas de deudas impagas, pero ante el estallido de la ‘burbuja inmobiliaria’ o sea la caída de los precios de viviendas, el efecto sobre el sistema financiero ha resultado lo contrario; el conjunto del sistema global está invadido por ‘ títulos basura’, de deudas que ahora son superiores al precio de la vivienda hipotecada, nadie está seguro que institución está al borde de la quiebra, y por lo mismo se produce una contracción del crédito interbancario; en otras palabras los bancos dejan de prestarse dinero entre ellos, como a su vez los depositantes retiran sus inversiones a la menor señal de peligro, son cientos de entidades las amenazadas por la quiebra en todo el mundo.



La idea del ‘desacoplamiento’ de China


Los articulistas que desde el comienzo de la crisis buscan cifras y datos para demostrarnos que ‘lo peor de la crisis ya pasó’, y que no es para tanto porque está acotada al mundo financiero, se han agarrado al argumento de que China y otros países de rápida industrialización pueden reemplazar a los EE.UU. como ‘locomotora’ de la economía global. Para Chile, este es un punto de gran importancia, pues China junto con los EE.UU. y Europa Occidental, constituyen los mercados más importantes de sus exportaciones. Hay que recordar que el ‘modelo económico chileno’ es básicamente exportador.


No cabe duda que el crecimiento de los gigantes asiáticos ha influido de manera enorme en las economías del resto del mundo, inundándolos de bienes y servicios producidos con mano de obra muy barata, provocando deslocalizaciones de producción y servicios desde los países desarrollados hacia ellos. La creciente demanda asiática por materias primas y productos del agro, los ‘commodities’, ha provocado la subida de precios de estos productos, con un gran impacto sobre los países latinoamericanos. Países como Chile y Perú por ejemplo han basado su crecimiento en la inversión extranjera y la exportación, sobretodo de minerales, cobre en primer lugar.



Sin embargo, las grandes economías de crecimiento vertiginoso como China e India dependen en última instancia de sus exportaciones a los EE.UU. y luego a Europa Occidental. Por lo mismo, la idea de que China pueda desacoplarse de la crisis en los EE.UU., sobretodo cuando Norteamérica entra en recesión, es un verdadero sinsentido.

La recesión en los países desarrollados provocará cuanto menos un ritmo de crecimiento mas lento, cuando no también una recesión, en China e India, lo que disminuirá la demanda de productos en los que diversos países de América Latina basan su economía.
Además hay que considerar que una parte de la inflación de los precios de las materias primas es especulativa, y tiene que ver con que sumas ingentes que antes estaban invertidas en la especulación financiera inmobiliaria ahora buscan ganancias similares y refugio en los ‘commodities’.



Toda burbuja especulativa necesariamente revienta en algún momento. Ahora que comienzan a bajar los precios de las ‘commodities’, los especuladores escaparán y los precios bajarán mucho más rápido.



Además la importancia de los propios Estados Unidos y los otros países desarrollados en la participación de mercado de las exportaciones latinoamericanas sigue siendo enorme, así la recesión que primero comenzó oficialmente en Irlanda, y que ahora ya se reconoce en toda la euro zona tendrá un impacto directo en América Latina.

No existe un cortafuegos entre la economía financiera y la economía ‘real’ capitalista
Los bancos ocupan un lugar muy importante en la economía capitalista, a través del mecanismo de multiplicación del dinero que realizan al otorgar créditos y realizar inversiones, son centrales en una economía que necesita el crédito para asegurar el consumo, es decir la realización de la ganancia de las empresas, debido a la tendencia permanente a la sobreproducción debido a que los bajos salarios no pueden asegurar la demanda solvente de los consumidores.



La llamada economía financiera no existe fuera de la economía ‘productiva’. Si los créditos de consumo e inversión se hacen más difíciles y caros, ello va a tener un impacto inevitable, los mercados se van a contraer, el desempleo global va a aumentar.

Todo apunta que el escenario futuro más probable para América Latina es la contracción económica. La pregunta central es ¿Quién pagará el costo de reestablecer los equilibrios? ¿Quién deberá hacerse cargo de los resultados de la economía ‘de casino’, los grandes especuladores o los trabajadores y sus familias?



Cambio en el sentido común


El nivel de conciencia de trabajadores y sus familias esta basculando hacia la izquierda. Estamos ante un cambio mayor del sentido común, las ideas de ‘libre mercado’ (subterfugio para denominar al capitalismo desregulado) neoliberal han llevado la economía al borde del colapso. Incluso la palabra ‘capitalismo’ que había desaparecido de la gran prensa y los foros oficiales, reemplazada por eufemismos como ‘economía de mercado’ vuelve a ser usada, estamos ante un verdadero terremoto en el sentido común.



Quiebres en la Concertación


Aunque el ministro de Hacienda, el neo-liberal Andrés Navarro, todavía sigue insistiendo majaderamente que Chile ‘está bien blindado’ para una recesión global, supuestamente por los ahorros de los fuertes superávits fiscales de los años de gran crecimiento económico. El impacto económico y social que recién comienza a vislumbrarse, ya está comenzando a modificar las alianzas políticas y ha impactado fuertemente sobre los dos grandes bloques, que en Chile, compiten por la gestión del estado capitalista; la Concertación y la Derecha. En las últimas elecciones adquirió relevancia el fenómeno de los ‘descolgados’, candidatos que concurrieron exitosamente a las elecciones autonomizandose de los grandes partidos. Se presentó un desprendimiento por la derecha de la Concertación pero con un discurso populista, fundamentalmente de la DC, y consiguió quedarse con un tercio de la votación de esta, que dejó así de ser el primer partido de la Concertación. Los disidentes de izquierda del PS, del MAS encabezados por el senador Navarro, que se presentaron descolgados de la Concertación obtuvieron buena votación, y de mayor significado político es el anuncio publico de su abandono del PS para pasar a configurar un nuevo referente político. Aunque todavía es muy pronto para saber si el MAS se transformará en un nuevo partido de trabajadores que ocupe el lugar abandonado por el PS transformado en un partido neo-liberal con militancia mayoritaria de funcionarios del aparato de estado. No hay duda que la primera escisión de la Concertación claramente por la izquierda es toda una señal de los nuevos tiempos.



En la medida que las catastróficas consecuencias del fin del ciclo largo de crecimiento, se comiencen a sentir en todo el planeta, por la fuerza de los hechos, las soluciones socialistas volverán a estar en el centro de los debates, ahora sin el bloqueo gigantesco de los aparatos políticos vinculados a la URSS estalinista y a sus aliados de Europa Oriental, y de lo poco atractivo de esos estados totalitarios mal llamados del ‘socialismo real’.


Necesitamos con urgencia reconstruir los partidos y organizaciones sindicales y políticas que permitan a la clase trabajadora resistir el intento de los capitalistas de hacerle pagar el costo de una situación en la que no tiene responsabilidad, y comenzar la transición a una sociedad socialista y democrática sustantiva a nivel global. La única que puede dar solución duradera a la debacle que nos amenaza.